Si en algo todos estamos de acuerdo es que sin que exista el
hombre y la mujer nueva que mencionaba el Che no puede haber revolución y en
consecuencia el movimiento revolucionario corre gran peligro.
Con todo el esfuerzo que como gobierno revolucionario hagamos
para satisfacer las necesidades fundamentales de la población, mejorar la
calidad de vida, disminuir la pobreza y la desigualdad, aumentar la expectativa
de vida, llevar la educación pública y de calidad a todos los niños, niñas y
jóvenes de la patria, y muchísimas otras cosas que son hermosas y contribuyen a
la construcción de un país más próspero y justo; no importa todo lo que hagamos
por más bello y puro que sea, si no existe como resultado el nacimiento del
hombre y la mujer nueva, el desgaste de la gestión que todo gobierno arrastra consigo
condenará al movimiento revolucionario al fracaso electoral.
El PSUV en los últimos años se ha formado como un gran
partido político pero se ha dedicado fundamentalmente a ganar elecciones. Esta
tarea indiscutiblemente la hace bien pero en definitiva no es ni suficiente, ni
esencialmente lo que debe hacer el partido político de la revolución (aunque
claro que debe ganar elecciones). El partido ha descuidado la formación de
cuadros que lideren y cumplan de manera efectiva y eficiente con los roles que
le son encomendados. Es así que no sería imposible apreciar como grandes
cuadros, indiscutiblemente revolucionarios, de alta sensibilidad social y
compromiso con las comunidades al llegar a ser alcaldes lo hacen mal; pero ahí
salta la pregunta ¿quién le enseñó a ser alcalde? ¿Cómo se supone que deben él
y su equipo aprender a gobernar con todas las leyes y procedimientos que envuelven
la gestión pública? ¿Cómo garantizamos que en su buena fe este cuadro no use
los recursos de una partida para resolver un problema que seguramente es más
urgente y caiga preso por malversación de fondos? Lo peor es que cae preso y su
reputación destruida por hacer lo que él consideró correcto y honesto. Esas
cosas pueden pasar y sería responsabilidad absoluta del partido perder y quemar
un buen cuadro por no enseñarle cómo debía hacer lo cotidiano de su gestión.
La revolución ha invertido cuantiosas sumas de dinero en
desarrollar empresas del estado, y es realmente aquí donde se hace el
socialismo, probablemente también sea donde más hemos fallado. La relación
trabajador – supervisor o trabajador – patrón no puede ser la misma que en una
empresa en manos del capital privado donde el único interés es incrementar las
ganancias, y aquí otra vez la pregunta: ¿quién le enseña a nuestros gerentes y
presidentes cómo se hace?, ¿debe acaso un gerente preocupado en que la empresa
que dirige salga adelante, buscar un curso en internet y caer en las manos del
IESA o alguna otra escuela de gerencia tradicional? La respuesta es NO, de ser
así jamás haremos el socialismo, podremos tener empresas “eficientes” según los
parámetros tradicionalmente establecidos pero no tendremos empresas socialistas.
Si los medios de producción “nuestros” no son socialistas definitivamente jamás
construiremos un estado socialista y difícilmente desarrollaremos el hombre
nuevo y la mujer nueva que necesita la revolución para poder permanecer en el
tiempo independientemente del desgaste natural que pueda tener el gobierno.
Así que es impostergable la creación de la gran escuela del
partido, donde se enseñen todos los cómos, tanto para nuestros gobernantes como
para nuestros gerentes. Escuela de donde salgan gerentes brillantes en la
técnica y coherentes en la práctica revolucionaria, en la que hagan carrera y
se permita la formación continua, permanente y diferenciada a todas las
personas que ocupan cargos de dirección dentro del sistema de gestión pública y
productiva de la revolución. No podemos delegar los cómos en la buena voluntad
de nuestros militantes, el partido debe dar las líneas y servir de guía para el
logro de este objetivo que es de él aunque todavía no lo haya asumido.
Gabriel
Zuleta
@gabrielzuleta